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Primer amanecer en Praga, todo el día por delante y muchísimo por ver. Era sábado y nos pusimos las pilas antes de las 9 de la mañana, había que aprovechar bien el tiempo para sacarle todo el partido a esta hermosa ciudad.
Logramos salir del apartamento hacia las 9 y media de la mañana y nuestra primera misión fue sacar dinero.
Lo primero que descubrimos es que en muchos lugares no tienen para pagar con tarjeta y prefieren efectivo y puestos a pagar en efectivo, mejor en coronas checas (CZK) que en euros. Por cierto la equivalencia es 1€ = 25,79CZK aunque ya sabéis que es fluctuante.
Ya con el dinerito en mano quisimos desayunar y acabamos haciéndolo comprándonos unos francfurts en un quiosco de la calle. No estaban mal! y así pudimos ir caminando hacia nuestra primera parada.
El reloj astronómico
El Reloj astronómico, Staromestský orloj en checo, que es patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde 1992 se encuentra en la plaza vieja, en la pared sur del ayuntamiento de la ciudad.
Para llegar, si necesitáis usar el transporte público podéis hacerlo o bien en metro o bien en tranvía, en ambos casos tenéis que bajar en la parada de Staromestská, en metro cogiendo la línea A y en tranvía las líneas 17 y 18.
El reloj empezó a construirse en el siglo XV y consta de 3 partes fundamentales:
- El cuadrante astronómico. Indica las 24 horas del día, representa las posiciones del sol y de la luna en el cielo a parte de otros detalles astronómicos como los signos del zodíaco y sus posiciones.
- Las figuras animadas. Hay que destacar las 4 figuras que flanquean el reloj, siendo cuatro alegorías. La vanidad representada por un hombre sujetando un espejo, la avaricia representada por un comerciante judío con su bolsa de dinero, la muerte representada por un esqueleto con un reloj de arena, y la lujuria representada por un príncipe turco con su mandolina.
A parte también aparecen los 12 apóstoles encabezados por San Pedro.
- Los medallones del calendario. son 12 medallones representando los 12 meses del calendario que se añadieron en el siglo XIX. Hay 4 figuras laterales que son un filósofo, un ángel, un astrónomo y un cronista.
Cada día desde las 9 hasta las 21H el reloj se pone en marcha y empieza el pequeño espectáculo. Las figuras cobran vida, las alegorías mueven sus cabezas, empieza el paseo de los 12 apóstoles por las 2 ventanas del reloj y lo que a mí me hizo más gracia, la muerte tirando de una cuerda que hace sonar una campanita… Y al final hasta un gallo aparece.
Es verdad que el momento es cortito y que suele haber mucha gente para verlo, pero es una visita obligada si vas a Praga.
Castillo de Praga
El castillo de Praga, conocido en checo como Pražský hrad, fue construido en el siglo IX y es considerado el conjunto arquitectónico de un castillo más grande del mundo midiendo su palacio real aproximadamente unos 570 metros de largo y 130 metros de ancho.
Este castillo fue residencia desde los reyes de Bohemia pasando por los emperadores del sacro imperio romano germánico hasta los presidentes de Checoslovaquia y posteriormente de la República Checa.
Dentro del conjunto arquitectónico podréis encontrar monumentos como la catedral de san Vito, el palacio real, la basílica y convento de san Jorge, el callejón del Oro y las cuatro torres, la blanca, la negra (a causa de un incendio), la de la Pólvora y la Daliborka, con una trágica leyenda.
Cuenta la leyenda que esta torre recibió su nombre por un preso que fue encerrado en ella, Dalibor se llamaba, y le apresaron por apoyar una sublevación y dar cobijo a los rebeldes. En la torre se hizo con un violín y aprendió a tocarlo mientras esperaba su sentencia de muerte. Los ciudadanos de Praga enternecidos por las melodías que de la torre salían, se acercaban en tropel para escucharle, traerle alimentos y darle ánimos. Los nobles, preocupados por las simpatías que el preso levantaba entre el pueblo decidieron darle muerte en su propia celda.
Para llegar al castillo nosotras fuimos andando, pero también se puede llegar en transporte público, o bien con el tramvía 22 bajando en la parada de Pražský hrad o en metro tomando la línea A bajando en la estación de Malostranská.
Llegamos al castillo desde el camino que sube a pie desde MalA Strana siguiendo el montón de escaleras que conducen hasta arriba. Si vais al castillo en metro, podréis seguir también las indicaciones para llegar a él desde este camino.
Con lo inmenso que es casi casi nos perdimos el cambio de guardia de las 12, de hecho cuando logramos situarnos y verlos ya habían empezado pero de todos modos valió la pena. Eso sí, preparaos a haceros sitio a codazo limpio porque en general lo vais a encontrar llenito de turistas.
Catedral de San Vito
La catedral de san Vito empezó a construirse a mediados del siglo XIV a petición del rey Carlos IV. Sin embargo por distintas circunstancias la catedral quedó inacabada hasta principios del siglo XX cuando por fin fue consagrada.
Sus elementos más destacados son las dos torres de 80 metros, su rosetón central y el altísimo campanario.
Nuestra idea era visitarla pero al ver la interminable cola que se había formado, decidimos ir a por un helado para refrescarnos un poco del solazo que estaba cayendo e ir a visitar el callejón del oro.
El callejón del oro
Nos acercamos a las taquillas para comprar el pase necesario para entrar en el callejón del oro, y me llevé una grata sorpresa cuando nos hicieron un descuento por mi discapacidad.
El Callejón del Oro, en checo Zlatá ulicka, es una callecita repleta de casas de colores que se halla junto a la muralla del recinto del castillo. Este conjunto de cassas fue construido en el siglo XVI y alojó a los guardias reales de Rodolfo II y a sus familias.
Así que ¿Porqué se llama Callejón del Oro? pues porque aunque más bien se considera una leyenda, se comenta que ahí vivieron los alquimistas de la corte de Rodolfo II.
Más adelante las casitas fueron ocupadas por artesanos y orfebres hasta el siglo XIX que fueron abandonadas.
Me gustó mucho la visita, pudimos entrar en varias de las casitas ¡ojo! no os olvidéis de agachar la cabeza al entrar ya que las puertas son muy bajas. Dentro de las casas se recrea la historia de algunos de sus vecinos, y había algunos objetos para tocar.
Pude tocar desde espadas, armaduras, hasta utensilios de costura.
En el callejón podréis encontrar bastantes tiendecitas de souvenirs y su estrella principal, la casa donde el escritor Franz Kafka estuvo viviendo un año. La encontraréis en el número 22 reconvertida precisamente en una tienda de recuerdos.
Paseando por la ciudad
después de salir del callejón del Oro y pasear un poco más por el castillo, visitando la planta baja de la torre Daliborka donde pude tocar algunos instrumentos de tortura cosa que me dejó bastante impactada, tomamos de nuevo las escaleras esta vez hacia abajo para irnos a buscar algo de comer, por supuesto fuera del castillo para no gastarnos una pequeña fortuna.
Comimos en la terraza de un restaurante y como no podía ser de otro modo me animé a probar la gastronomía local. Pedí un Goulash que es ternera guisada con pimientos y especias y acompañada de bramboräk que es una tortilla con base de harina y patatas que se usa como pan para acompañar las comidas, y para beber no podía ser otra cosa que una cerveza checa.
Para quemar semejante comilona dimos un largo paseo. Pasamos por debajo del puente de Carlos y como quien no quiere la cosa llegamos a la Isla de Kampa, un bonito parque donde encontramos unas de las esculturas más famosas de David Cerný. Son unos grandes bebés negros hechos de bronce y que en vez de cara tienen códigos de barras. Están en posición de gateo y es muy normal encontrarse a turistas trepando en ellos para hacerse una foto.
La calle más estrecha del mundo
Siguiendo con el paseo y para que negarlo, buscándola a propósito, llegamos a la calle Kozeluzsca o más conocida como la calle más estrecha de Praga y del mundo, en el barrio de Malá Strana.
Es una pequeña callecita de 50 metros de recorrido con menos de un metro de amplitud, su punto más estrecho es de 77 centímetros, y se regula el paso de la gente por un semáforo al que hay que activar con un botón. La calle es del todo inaccesible, por supuesto el semáforo no es sonoro y consta de escaleras para recorrerla.
Dulces típicos
Llevábamos todo el día viéndolos y sobre todo oliéndolos, y con la excusa que era la hora de merendar no pudimos resistirnos más y fuimos a por un Trdelnik. Es un delicioso dulce típico de la cocina eslovaca que consta de una masa de harina enrollada en un pincho de madera o a veces de hierro fundido llamado trldo, y que después de cubrirse de almendra y azúcar se asa en unas brasas y queda un cilindro hueco el cual en mi caso lo pedí relleno de crema de chocolate con fresas naturales y recubierto de un poco de crema. ¡Estaba pecaminosamente delicioso!
Monte de Petrin
Dispuestas a dejarnos lo menos posible por visitar nos dirigimos también a pie hacia el monte Petrín. Para subir a él, si no estáis por los alrededores del castillo en cuyo caso podríais llegar dando un paseo, hay que tomar un funicular. Si no queréis llegar andando u os cae lejos, nuestro ya buen amigo el tranvía 22 os dejará ahí si os bajáis en la parada de Újezd.
Otra vez nos llevamos una grata sorpresa cuando vimos que para el funicular también había descuento para personas con discapacidad y también para mayores de 65 años.
El monte Petrin es una colina de casi 140 metros coronada por la famosa torre de Petrin. Con una estructura muy similar a la de la torre Eiffel pero mucho más bajita, de unos 60 metros, es un mirador excepcional de la ciudad ya que al estar asentada en la cima de la colina, nos eleva a casi 200 metros y por tanto tendremos unas maravillosas vistas de Praga.
Para acceder a la torre hay que pagar entrada y subir unas cuantas escaleras aunque si lo preferís, hay también ascensor.
Hay otras atracciones en este monte como el laberinto de los espejos, al cual también hay que pagar para entrar y que es especialmente recomendable si vais con niños.
Tanto este laberinto como la torre de Petrin formaron parte de la exposición de 1891 de Praga y ya se quedaron en este parque.
Nosotras no entramos a ninguna de las atracciones de la zona, nos dedicamos a pasear por sus bonitos jardines y a disfrutar del atardecer que iluminaba el lugar.
La vuelta la hicimos andando ya que es muy agradable y recomendable la bajada y cogimos el funicular a mitad de camino.
Puente de Carlos
El funicular nos dejó de nuevo en Malá Strana o ciudad pequeña, ya veis que todo el rato nos estuvimos moviendo entre esta zona y la de Staré Mesto (la ciudad vieja) así que pudimos ir a pie a visitar el puente de Carlos que comunica precisamente estas dos áreas de la ciudad.
NO sé cuantas veces pasamos por su alrededor pero hasta última hora de la tarde y para desesperación de mi tía, no lo cruzamos para poder disfrutarlo por completo. De hecho aún hicimos una paradita antes de llegar para que yo me comprara unos pendientes de ámbar verde, confieso mi debilidad por él, y en Praga podréis hallar multitud de joyerías vendiéndolo, así como otras piedras semipreciosas, a destacar los granates.
El Puente de Carlos, de 500 metros de largo y unos 10 de ancho es peatonal y recibe el nombre de quien mandó construirlo, como no, el rey Carlos IV quien puso su primera piedra en 1357. Trufado de estátuas, 30 ni más ni menos, aunque muchas de ellas son copias ya que las originales están en el museo de Praga, las podréis ir admirando a lo largo del paseo a ambos lados del puente.
Nos gustó especialmente la de san Juan Nepomuceno que además tiene su leyenda, la cual tuvo a bien contarnos otro turista que pasaba por ahí y que además es español:
la leyenda cuenta que Juan de Nepomuk (Siglo XIV) se convirtió en el confesor de sofía de Baviera, reina de Bohemia. El rey Wenceslao IV, que no se fiaba de su mujer y sospechaba que le era infiel, le pidió a su confesor que le contara los secretos que la reina le confiaba. Al negarse ante tal petición y a romper el secreto de confesión, el rey Wenceslao le cortó la lengua a Juan nepomuceno y lo lanzaron al río Moldava desde el Puente de Carlos.
La escultura representa a san Juan Nepomuceno con un halo de 5 estrellas que son las que había sobre el río el día de su asesinato, y está flanqueada por la reina Sofía en un lado y un perro en el otro.
Se dice que Juan solo le contó al perro los secretos de la reina. Si os fijáis, la estátua tiene brillo y es por las veces que la gente se acerca a frotarla para pedir un deseo. Nos contaron que si se frota al perro es para que tu pareja siempre te sea fiel, si se frota a San Juan es para volver a Praga y si se frota a la reina es para pedir fertilidad. No sé si habrá algo de cierto en ello pero yo solo os diré que en 2010 fui con Juanjo y froté la estátua y como podéis ver, he repetido viaje.
A cenar
Muy cerquita del Puente está el restaurante Lavka, que ya desde ayer teníamos fichado para ir a probarlo así que ahí dirigimos nuestros pasos. La terraza delantera estaba repleta pero ¡sorpresa! no sabíamos que por detrás tenían otra terraza y que también daba al río Moldava así que ahí que nos sentamos a cenar.
Estuvimos más que a gusto cenando unas ensaladas y unos cóctels, que por cierto aunque no estaban mal, tampoco es que fueran nada del otro mundo pero se lo perdonamos por lo encantador de sus camareros y por las maravillosas vistas del anochecer en Praga con el Moldava, el Puente de Carlos y el castillo iluminado a lo lejos como protagonistas.
¡Podcasts!
Como siempre aquí os dejo los pequeños podcasts en directo que grabé mientras visitábamos la ciudad.
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